Hombre,
te amo.
Y no me refiero a nubes ni a prados de margaritas.
Hablo de amarte de prisa por la mañana
en el metro atestado
en la reunión multidisciplinaria de los martes
en mis neuras y pendejadas
y en las compras del supermercado al filo del cierre.
Hablo de amarte,
hombre,
en la soledad de lo esperado
y con esa brasa ardiente entre mis manos.
Hablo del verbo que palpita en mis labios
y de las conjugaciones que saborea tu boca.
De amarte, hablo.
De mañanas luminosos
de cielos derramándose en lluvia
de cuerpos ansiosos por las primicias del día.
De raíces entrelazadas hasta más allá de lo imposible.
De sopaipillas, mate y canela.
De eso hablo.
Hablo de perdones, errores
reencuentros,
y de todos los panes
y todos los vinos
celebrando este amor que continúa y continúa
y le vale madre todo otro pensamiento.
Hablo de tu aroma
de tu risa con los perros
de tu voz buena
y de la alegría de existirnos
a pesar del cheque a fecha que es la vida.
De amarte, hablo.
Hablo de amarte hasta el fin.
Hombre.
12/8/08
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